lunes, 13 de mayo de 2013

LA CUEVA DEL GATO sin botas
Y volvimos a la Cueva del Gato. Para unos pesadilla, para otros desafío y para todo el grupo una buena jornada de bici de montaña. Esta vez la cosa estaba más complicada si cabe pues las últimas lluvias han machacado el pequeño sendero de subida por el Barranco de Lobos, así se llama la pistita, abriendo dos surcos a cada lado y dejando una delgada línea de tierra para subir con la bici. Luego lo de costumbre: piedras sueltas que no dejan agarrar bien las ruedas y una subidita que va picando y picando. Al final del barranco, antes de enlazar con la senda de las Gullurías, 200 m. de subida solo apta para unos cuantos máquinas del grupo, el resto echamos pie a tierra o nos descabalgaba “la burra” sin miramientos.
Y queda la bajadita hasta el Lobos. Alguno echaba humo de los frenos de disco y la mayoría llevábamos las manos agarrotadas de tanta tensión. Siempre había algún kamikaze, tipo Carlos, que nos adelantaba sin contemplaciones.
Luego atravesamos el río y las caras de satisfacción eran generales. Una vez más habíamos sobrevivido a la Cueva del Gato, esta vez solo un pinchazo que además nos permitió aprender a inflar la rueda pinchada de una forma muy, muy peculiar. No apta para menores.
Después a disfrutar. A la altura de la Galiana bajamos al sendero que tras cruzar el río Chico, sube por una preciosa ladera hasta la falda del castillo de Ucero. Y desde aquí a por las cañitas y los torreznos a toda pastilla por la pista. Ah! Cantamos el cumpleaños feliz a Juan Carlos.
A todo esto, ¿alguien ha visto alguna vez la puñetera Cueva del Gato? N.O.


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