Domingo de Febrero, a gustito en
la cama, suena el despertador y hay que levantarse. Bueno, obligación no hay
pero que tendrán las salidas domingueras que hacen que se venza rápido a la
pereza y nos levantemos con más alegría que el resto de los días. Diversión,
risas, compañerismo, deporte,…, creo que son suficientes razones para salir.
Además, hoy no es un típico día invernal, luce el Sol y aunque a primera hora
refresca, las temperaturas previstas serán muy suaves. Todo esto se nota al
llegar al punto de reunión y ver que hay más afluencia que de costumbre, como
mola.
La “ruta por decidir” ya está
decidida, vamos a hacer parte de la “Ruta de la lana”, bicicletas a rodar,
pequeño parón visto y no visto por un tornillo que necesita un apretón y a los
pocos kilómetros parada un poco más larga por una cámara que pierde aire. Interrogatorio al canto, ¿es antipinchazo?,
¿cuánto hace que no le metes líquido?, y ya puestos, ¡como la llevas!, ¡a ver si
la lavas!, …, buen rollito, por suerte parece que el líquido hace su función y
sella el pinchazo así que arrancamos de nuevo y tomamos la carretera de
Navapalos. Desvío a la derecha, unos que si por aquí otros que si por allí, lo
mismo dá porque los dos van hacia arriba y tras la bajada nos dejan en Ines.
La siguiente subida, de varios kilómetros,
se deja llevar pero anima a algún que otro pique y se hace larga. Una vez
reagrupados nuestro siguiente destino es Atauta. En el pueblo nos gusta darlo
todo en la subida sabiendo que arriba haremos la parada del almuerzo con las
bonitas vistas que nos ofrece el lugar. Pero al comenzar la ascensión una
cadena dice basta y se parte, así que mientras unos observan desde arriba el
espectáculo a otros les toca ponerse manos a la obra para reparar la avería (cada
vez son menos los que nunca han roto una cadena pero comprobamos que aún existen).
Después de comer, beber,
conversar y retratarnos en el lugar, continuamos hacia San Esteban, rato malo
con el aire en contra, ¿dónde estaba antes?, que poco lo apreciamos cuando va a
favor. Parada en el semáforo del puente como ciclistas civilizados y subida
hacia la Atalaya de Quintanilla, ¡vaya cuestas!, hay que ser muy duro para no
echar pié a tierra hasta arriba en un momento u otro.
Decidimos volver por zona “Niskalo”
para estar más resguardados y no sufrir con el aire pero el terreno es
rompepiernas y a casi ninguno le sobran las fuerzas así que cada uno con sus
pesares hasta llegar al destino. Ahora sí, buen surtido de viandas y unas
birras.
Y la pregunta final es: ¿Merece la pena toda la mañana
pedaleando para, en un momento, recuperarlo todo o más? Pues, con este grupo,rotundamente
SI.
1 comentario:
rotundamente Si
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