Hablar con uno un rato, otro rato con los de al lado, ¡¡¡cocheeeeeeeeeeee!!! todos en fila, alguna que otra cuestecilla hacen que alguno se acuerde de la lluvia (si llueve no sale), un par de poblaciones más y ya estamos en Caracena, buena compañía, buen tiempo, buen firme se ha hecho corto.
Retrato con la agradecida colaboración de un turusta, jijiji, jajaja, tentempié, agua y de vuelta, la bici va más ligera que antes ¿será que bajamos?.
En el desvío de Vildé unos recto otros a la derecha se oye parlotear algo sobre la cuesta que hay delante ¡¡¡cocheeeeeee!!!, la carretera se empina, buscar un ritmo prudente, curva, vistazo al valle, curva, el grupeto se divide, curva, ¡cuando acaba esto!, y por fin último giro. Breve paso por Vildé y en unos minutos pasamos sobre el Duero, las piedras de la calzada romana obligan a descabalgar unos metros de nuevo sobre la bici hasta llegar a la carretera de acceso al castillo, aprovechar para volver a engranar el plato grande, la ermita con su curva, el aparcadero, rampa, rampa y hasta adentro.
Descenso a media ladera por la hierba, hay que manejar el freno con tacto sobre el verde se escurre la rueda, zigzag, un señor poniendo piedras, y el pueblo. Vistazo a las nubes que amenazan lluvia, aumenta el viento de cara sin proponerlo comienzan una serie de relevos buscando el rebufo del compañero, una tímida llovizna nos acompaña unos metros, sin apenas mojarnos al fin llegamos, la bici dice que con 68 kilómetros y pico.
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