miércoles, 10 de julio de 2013


Costalago, los chipirones de Ucero y el Natusán.


Ya es la tercera vez que subimos a la Sierra de Costalago y se ha convertido en una de nuestras clásicas. Cada año el grupo va creciendo. Es lo bueno que tiene este club pues para formar parte de él no hay cuotas ni estatutos. Solo hace falta llevar el maillot y arrimar el hombro cuando el Comandante toca a retreta.
 
Todas las fotos en picasa
 
Día caluroso. Coches hasta Ucero y a las 8,30 ya salíamos para Santa María de las Hoyas. Algunas caras nuevas expectantes por el ritmo de pedalada. Vamos cogiendo cierta fama de tipos duros sobre el sillín. Quinientos metros y ya metemos la directa. Atravesamos santa María y a 200 m. en dirección a San Leonardo giramos a la izquierda en busca de nuestro primer objetivo. Pista agradable pero masticando el polvo que levanta el pelotón. Ya se ve la subida al mirador de Costalago. Paciencia y a doblar curvas. Los escaladores se esfuman. Hugo y Fernando, suben y bajan haciendo cabriolas, mientras la mayoría de los mortales llevamos la boca abierta de par en par, bendiciendo la sombrita del terreno.

Ligero avituallamiento y hacia el Pico Navas. Subimos y bajamos con brío. Ahora uno de esos típicos cambios de planes. No llegamos a la base del pico, sino que cogemos a nuestra izquierda lo que debería haber sido una pista hacia Ontoria. El sendero se estrecha y desaparece. El grupo se divide buscando la bajada hacia el rio Lobos y el pueblo. Mi grupo opta por tirar a la izquierda y bajar bici al hombro hasta el sendero paralelo al Lobos. Entramos al pueblo por un precioso puente medieval de doble arco apuntado. Poco a poco, la tropa se va reuniendo en torno a la fuente y la iglesia.
Vaya almuercito nos esperaba!! Jamón de Guijuelo, chorizo casero, chorizo picantito de ciervo, queso curado, harinados y pastas.
Así que enfilamos pletóricos el Cañón. Lo que nos esperaba...Las crecidas del rio han dejado los senderos convertidos en pedregales y bancales de arena blanda. La bajada hasta los Siete Ojos se hizo eterna, aderezada con pinchazos y caídas varias. Había que estar muy atentos porque la burra saltaba y brincaba todo el rato.
El grupo se rompe definitivamente. Pinchazo del cuñado de Josué y mi grupo comandado por Toño, va haciendo una digestión lenta del chorizo de ciervo. Cerrando el grupo nuestro aguerrido cámara. No hay caídas porque no dudamos en descabalgar cuando hace falta, riesgos pocos, un descuido y zaca, leñazo al canto. Al final Juan Carlos muerde el polvo en este terreno endiablado.

Los bidones se secan y soñamos con la fuente de la Canaleja. Parada, llenado de bidones y hacia los Siete Ojos. En el puente contactamos con el grupo que se ha quedado a esperarnos. Damos caña, ahora este terreno es gloria comparado con el otro tramo del Cañón. Hasta atravesamos el río y nos mojamos los pies.

Casi a la una alcanzamos la Ermita de San Bartolo. Mucha sed. Agua o aguantamos hasta las cañas. Aguantamos. Esprint de Tour desde el puente de la Galiana. Mereció la pena aguantar porque en la Roca nos esperaban unas jugosas cañas y los famosos chipirones del establecimiento. Secuela del recorrido: un trasero rojo como un tomate e inflamado de tanto vaivén. N.O.

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