Última salida del año, un
frío que pela y densa niebla pero no podemos perder la oportunidad de pasar la
mañana rodando (sobre ruedas, no por el suelo). Cambiamos de territorio, hace
mucho que no visitamos el Castillo de Gormaz así que ya toca.
Comenzamos dirección a La
Olmeda, esquivando charcos helados y las imperfecciones del camino. Pasamos el
pueblo y cruzamos la carretera, hasta aquí todo muy llanito, siete kilómetros
recorridos y apenas hemos acumulado unos metros de ascensión pero a partir de este
momento el terreno ya empieza a llevarnos para arriba y más protegidos entre
los árboles. Según vamos subiendo metros la niebla se va desvaneciendo y
llegamos a ver algún rayo de Sol pero cuando bajamos volvemos a estar en las
nubes. Una breve parada en un alto para hacer una bonita foto de grupo en la
que al fondo aparece el Castillo sobre la niebla y volvemos a descender como
rayos.
Cuando el terreno nos
vuelve a exigir sabemos que el objetivo está cerca, no se divisa el Castillo
pero sabemos que está ahí y tras dos kilómetros de dura subida atravesamos su
puerta y lo conquistamos. Aquí el Sol luce expléndido, calienta poco pero se
agradece su luz. Rápidamente terminamos el descanso y comenzamos el regreso
(bueno, primero hay que recoger el casco que casi se olvida) y después de
comenzar el descenso también se echan en falta unas gafas (debe ser el frío que
nos afecta).
En la bajada del Castillo
el aire congelado nos devuelve a la realidad del frío que hace pero en pocos
minutos volvemos a estar entre árboles y subiendo por la calzada romana con lo
que de nuevo entramos en calor. Nos dirigimos a Lodares y subimos por una bonita
senda, seguimos con unos kilómetros de llaneo con algunas zonas de barro que
nos dan algún que otro susto y de nuevo estamos en la Olmeda dando el último
apretón para llegar al destino y despedirnos hasta el próximo año con el
objetivo cumplido.