Volvemos a madrugar un poco más
de lo habitual para montar las bicis en la “furgo” y desplazarnos hasta Ucero. Primeros
kilómetros de Cañón, con terreno húmedo por la tormenta caída durante la noche.
A los cinco kilómetros cogemos el camino de la derecha para seguir por el Cañón
de Valderrueda en dirección a Casarejos. Bonito camino ascendente por zona
sombría y húmeda. Se nota que este año se ha recorrido poco la zona y por
algunas partes las hierbas no dejan ver por donde pisa la rueda y hay que
imaginarse la senda.
Al llegar a Casarejos buena pista
para subir durante un kilómetro y bajada cómoda para presentarnos en San
Leonardo casi sin enterarnos (bueno, nos enteramos de ese cable que roza en la
rueda y nos pone nerviosos con el soniquete pero por lo demás muy buena
bajada).
Superado el problema con el
cable, llenamos los botes en la fuente (rica agua) y llega el problema con la
horquilla y el tornillo flojo. Menos mal que hay conductores que van preparados
y nos ofrecen la herramienta necesaria y, por si no es la ideal, esa cinta
americana que nunca falla.
Otro imprevisto vencido así que nos ponemos en marcha dirección a Hontoria del Pinar. Terreno irregular y
cansino que nos tomamos con calma sabedores de lo que nos espera en unos
minutos. Al pasar Hontoria nos toca
comernos el plato principal del día. Esa bajada tan espectacular de la ruta de
Costalago hoy la vamos a hacer de subida, bufff…, menos mal que la temperatura
acompaña bastante. Al comenzar la ascensión se nos presenta una tormenta que
soportamos refugiados bajo un árbol y pasados unos minutos subimos los dos
repechos que tanto nos gustaron y ayudaron a recuperar hace quince días.
Una de las principales normas de
las salidas domingueras dice que “arriba se espera” y sobre todo si no sabes
por donde hay que ir pero en esta ocasión no se cumple y se toma el camino
incorrecto. Gracias a los benditos móviles el error no va a mayores y nos
reagrupamos, pero el fallo se salda con un pinchazo y una nueva parada para
repararlo. Atravesamos unos metros monte a través para reincorporarnos al
trazado previsto y llegamos al mirador de Costalago para comer un poco.
Seguimos por la cresta por
caminos nuevos y de subidas y bajadas continuas hasta que el último descenso,
bastante roto y peligroso, nos deja junto al “Puente de los siete ojos”. Desde
aquí, de nuevo zona de Cañón. Muchos más paseantes que el último día que
estuvimos y demasiados pasos de un lado a otro del río sobre las piedras
resbaladizas. Pasamos junto a la Ermita esta vez sin detenernos, que
últimamente la vemos mucho, y vamos a
toda mecha a disfrutar de un trago en el bar del Cañón.
¡Qué bien se está en la terracita
relajado! Casi tanto como sobre el sillín de la bici... o mejor.