La noche de Carnaval ha sido
larga para algunos pero a las diez de la mañana, ajenos a los excesos
festivos, nos presentamos a la cita, en perfecto estado de revista, un buen
grupo de amigos de la bicicleta. Hoy también se animan a acompañarnos dos
amigos vallisoletanos, familiares de uno de los miembros del club, a los que
les apetece disfrutar de los bonitos parajes que tenemos por la zona. Parece
que el buen sabor de boca que nos están dejando las últimas salidas hace que
cada domingo se anime algún compañero más lo cual, por supuesto, se agradece.
Empezamos la jornada tranquilos dirigiéndonos
hacia Barcebalejo y desde aquí tomamos una bonita senda paralela a la
carretera que nos lleva hasta Valdelubiel en fila de a uno. Al pasar por el
pueblo se ensancha el camino y comenzamos a subir, ahora ya no vamos tan
seguidos, cada uno se preocupa de lo suyo y bastante tiene con que la bici no
se pare. Todavía refresca y aunque tenemos un fantástico cielo azul las zonas
sombrías siguen blancas por las bajas temperaturas de la noche así que esto
ayuda a que los cuerpos no se acaloren de sopetón con las primeras subidas.
Una brevísima espera, para
algunos, al llegar arriba y en la bajada la mitad del grupo pierde el contacto
visual con la otra mitad y se produce un momento de desconcierto. ¿Por dónde
han ido?¿por este camino? Parece ser que los dos nos llevan al mismo sitio así
que elegimos bien, si o si. Al llegar abajo el resto del grupo está esperando
para iniciar el ascenso a “Cabeza Lobera” y los primeros en subir pueden
observar a varios buitres que acaban de echar a volar al verse incordiados por
“los cansinos de las bicis”.
Descenso vertiginoso por la pista
hasta Valdeavellano de Ucero y seguimos hacia la siguiente parada. En este
tramo se sale una cadena pero, prácticamente sobre la marcha, la asistencia en
ruta funciona y no hay que detener al grupo para colocarla así que rápidamente
llegamos al Castillo de Ucero y aprovechamos para hacer unas fotos.
Reanudamos la marcha con la
bajada hasta el pueblo, de nuevo la cadena vuelve a dar guerra y en esta ocasión el grupo se separa
ligeramente, unos esperan en Ucero y otros se dirigen al Cañón. Al final
necesitamos una llamada de teléfono para aclarar las cosas.
Una vez hemos vuelto a reunir al
grupo iniciamos el ascenso a la “cueva del gato”. Unos kilómetros de subida
tendida que terminan con los últimos cien metros de bastante más desnivel y que
siempre descabalgan a alguno. Continuamos hasta el mirador de las Gullurías,
una breve parada y bajada fulgurante. En el descenso una piedra, de las muchas,
raja una cubierta y toca de nuevo parar para reparar. Menos mal que siempre hay
alguno con la última tecnología en reparaciones y rápidamente se resuelve el
problema.
Visita obligada a la Ermita de
San Bartolomé, con mucho visitante por la zona y regreso a casa. Aún nos quedan
unos cuantos kilómetros hasta llegar al Burgo, pero cuando cogemos la pista ya
se sabe lo que toca, intentar no perder la rueda del de delante y si es posible
dar algún relevo. En este trayecto recuperamos el tiempo suficiente para llegar a una hora razonable pero hoy se nos hace tarde para la cerveza, que
pena, es lo único que ha faltado.